La
muerte es algo que siempre ha producido incertidumbre y temor al ser
humano pues es un enigma que no conseguimos descifrar debido a la
inexistencia de conocimientos y experiencias contadas por otras
personas. Sin embargo, ese temor no está presente de forma continua
sino que surge en la mayoría de los casos, cuando experimentamos la
muerte de algún ser querido o nuestra edad va avanzando.
Lógicamente
también hay personas a las que la muerte no les supone ningún tipo
de temor y puede reflexionar sobre el tema sin problema ni
preocupación alguna. En los casos contrarios, me encontraría yo
personalmente, pues, a lo largo de mi vida, la muerte ha estado
presente en mi vida cada día obligándome a reflexionar muy
profundamente sobre ella durante muchos años. Así pues, me gustaría
hablar de ella desde mi propio punto de vista.
Fotografía: Alberto Pérez (1º BAC HCSO) |
Cuando
el miedo del que anteriormente hablábamos nos invade, nos suele
surgir varios tipos de preguntas tales como ¿Cuándo llegará el día
de mi muerte? ¿Habrá algo más allá? ¿Me reencarnaré? Y todas
ellas sin ninguna respuesta verdaderamente cierta y comprobada. Es
aquí cuando el miedo a pasar toda la eternidad muerta te invade y
notas como la soledad eterna te espera impaciente. Entonces, te
vuelves a plantear, ¿tiene sentido esta vida? ¿Para qué nacemos si
estamos condenados a morir?
En
mi caso, el común miedo a la muerte pasó a convertirse en puro
terror llegando a pasar la infancia y adolescencia aterrorizada por
el hecho de saber que algún día mi muerte llegaría. No encontraba
una razón por la cual estábamos cada una de nosotros en este mundo
y mi personalidad se trasformó por completo. Se podría decir que,
por miedo a morir, había muerto por dentro.
Mis
únicas creencias se basan en la teoría monista, la cual dice que el
ser humano está constituido únicamente por su dimensión material,
“el cuerpo”, rechazando de este modo la posibilidad de una
segunda dimensión humana más etérea, que ha sido conocida por
varios hombres, siendo los más usuales “el alma” y “la mente”.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que la muerte significa el fin de la
existencia terrenal del ser humano, debemos suponer que esta propone
que la muerte significa el fin de la existencia humana y que nada hay
después de la misma. Simplemente nacemos para reproducirnos y morir,
para poder seguir evolucionando el tiempo que al planeta le queda y
poder dar paso a que otras personas puedan experimentar lo que es el
estar vivo y contemplar las maravillas que la naturaleza ha
conseguido crear por sí sola desde un pequeño átomo hasta el
inmenso universo que nos rodea y aún nos queda por descubrir. Sentir
el miedo, la alegría, la tristeza, el placer, el amor, escalar
montañas hasta quedarse sin aliento, atravesar ríos, contemplar la
mirada de un animal salvaje que podría matarte en menos de un minuto
y a la vez te muestra sus respetos, sentir como dentro de ti has
creado un milagro, el milagro de dar vida a una criatura que tendrá
la oportunidad de vivir. Son estas las cosas por las que merece la
pena haber nacido y lo único que ha hecho posible que ese temor a la
muerte desaparezca.
El
miedo a la muerte es algo que no debería amargar a nadie pues se
podría pasar toda la vida preocupado por ella y lo que vendrá
después pero, ¿No sería mejor buscarle el sentido a la vida cuanto
antes para que, de esta manera, cuando llegue nuestro final sea
cuando podamos decirnos a nosotros mismos que hemos tenido una vida
plena y satisfactoria?
Recuerda
siempre que, teniendo miedo a la muerte, no vivirás la vida.
Shaila Pérez Remedios
1º Bachillerato HCSO
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