Foto: Nicole M. Radzion Castro (1º BAC HCSO) |
La
muerte es algo que ha aterrado al ser humano desde que éste tiene
conciencia de sí mismo. Todos sabemos que llega un punto final, en
el que todo organismo tiene su muerte. Ha sido estudio de la
metafísica durante bastantes siglos, pero no se ha podido llegar a
una conclusión debido a que la muerte no es ''experimental'',
sabemos que está presente, pero no podemos saber cuándo nos va a
llegar. Cuando nos paramos a pensar en ello, siempre pensamos en
negativo, en dolor debido a la pena que sentimos por la muerte de
familiares cercanos y eso nos asusta, nos asusta tener la intriga de
no saber qué será de nosotros tras la muerte. De alguna manera, la
muerte es a la vida lo mismo que la sombra le es al cuerpo que la
proyecta. La
muerte sigue a la vida como tu sombra te sigue allá donde vayas. Sin
embargo, no es algo que sentimos de forma continua, sino que nos
asalta cada vez con más frecuencia cuanto más cerca la sentimos,
bien porque nuestra vida avanza y cada vez notamos más próximo su
final, o bien cuando asistes a la muerte de alguien cercano. Es
entonces cuando reaparece la certeza de nuestra propia mortalidad,
nos invaden las sensaciones de miedo, rechazo e impotencia, y al
mismo tiempo, el deseo de aprovechar y disfrutar al máximo cada
momento la vida. Todos estos planteamientos nos llevan a una pregunta
de gran importancia para el ser humano: ¿Habrá algo más allá de
la muerte o ya no seré nada cuando muera?
En
mi opinión, la muerte es algo definitivo, es decir, no hay nada más
allá de ella, no hay una segunda dimensión ni tampoco una
reencarnación. El hombre no está satisfecho con la idea de que algo
de su existencia escape a su control. Necesita dominar cuanto la
rodea para seguir considerándose el ser vivo que impera en el
universo aun cuando el propio universo es algo muy desconocido para
el ser humano. Por ello, la muerte, su muerte, parece un gran enigma
que no logra descifrar debido a la ausencia de experiencias y
conocimiento de este fatal desenlace al que el ser humano está
condenado irreversiblemente. A lo largo de la historia, el ser humano
se ha valido de varios argumentos para intentar esclarecer la
incertidumbre, especialmente, a través de la filosofía y de las
creencias religiosas que han desarrollado una serie de teorías que
tratan de proporcionarle una mayor sensación de permanencia. Esta
variedad de conclusiones a las que ha llegado el ser humano se deben
básicamente a que la concepción de la realidad humana no es la
misma para todos. Según
la teoría monista, el ser humano está constituido únicamente por
su dimensión material, el cuerpo. Por tanto, rechaza el hecho de que
haya la posibilidad de la existencia de una segunda dimensión
humana. Según esta teoría, teniendo en cuenta que nuestra única
dimensión es la material y que la muerte significa el fin de la
existencia terrenal del ser humano, esta postura propone que la
muerte significa el fin de la existencia humana y que nada hay
después de la misma. Por otra parte, está científicamente
demostrado que una vez los órganos del ser humano dejan de
funcionar, el resto del cuerpo también lo hace, por tanto, según la
ciencia, no hay nada más allá de la muerte. Sin embargo, existen
otras teorías cuya concepción de la existencia humana divide la
misma en dimensión material (cuerpo) y espiritual (alma), las cuáles
fueron defendidas por grandes pensadores como Platón, Aristóteles y
Descartes, así como por las grandes religiones (Cristianismo,
Judaísmo e Islam). Éstas teorías dualistas tienen una gran
''desventaja'' por así decirlo, es decir, mientras que las
suposiciones de la teoría monista están defendidas por la ciencia,
en estas teorías no tenemos ningún tipo de dato o estudio que nos
dé algún tipo de prueba de que lo que se dice tiene algún tipo de
certeza. Simplemente, son creencias religiosas o filosóficas a las
cuales el ser humano se adhiere para así sentirse más relajado y
reconfortado y afrontar la muerte con el ánimo y la esperanza de que
al otro lado de ella exista la posibilidad de una segunda vida o una
reencarnación y ofrece a aquellos que la toman por verdadera un
sosiego espiritual que no podrían adquirir de ningún otro modo.
Para
concluir, creo que quizás la respuesta a nuestros problemas no esté
en buscar ideas que nos alivien y nos hagan pensar que no existe la
muerte total, sino en aceptar que somos seres vivos y, como tales,
somos mortales, lo cual tenemos que llevar de la mejor manera posible
y disfrutar de la vida, que es lo único de lo cual somos
conscientes.
Diego Ramos Barreto
1º Bachillerato HCSO
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