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En primer lugar, al influenciarse una cultura
de otra, ciertos comportamientos como la lapidación o la esclavitud, que no se
dan en el resto de países, empiezan a abandonarse o, al menos, a no ser tan
frecuentes.
En segundo lugar, al tener un mercado
interconectado y común, es posible encontrar un producto que no pertenece a la
dieta de un país o que no está de temporada.
En tercer lugar, debido a las relaciones
entre países y de organizaciones como la ONU, se está progresando en la lucha
por los Derechos Humanos a nivel mundial.
En cuarto lugar, el avance y las facilidades
que ofrecen los medios de transporte a gran escala nos permiten movernos por
todo el mundo sin demasiada dificultad, lo que produce un aumento en el turismo
de cada país, lo cual le genera beneficios económicos.
Aunque, como ya dije, todo no es bueno, ya
que la homogeneización cultural nos está llevando a la pérdida de ciertas
costumbres propias de un país y, por lo tanto, también de la diversidad
cultural mundial.
Asimismo, la cultura dominante (en este caso
la estadounidense) es la que controla el monopolio y, por consiguiente, la que
sale generalmente beneficiada; mientras que los países tercermundistas tienen
que sufrir condiciones infrahumanas debido a la sobreexplotación a la que se
ven sometidos. Por lo tanto, tras sopesar los pros y los contras, pienso que la
globalización, en general, es positiva, pero siempre intentando conservar la
esencia propia de cada cultura y tratando de que haya la mayor igualdad posible
entre los distintos países, aunque esto último no sea fácil de conseguir.
Amalia Pérez Rodríguez
2º BAC CTA
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