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lunes, 1 de diciembre de 2014

Mentir en política



En el presente artículo abordaré el siguiente tema: ¿Es ético o no mentir en política?
Primero es necesario conocer y entender qué significa la mentira. Según el diccionario de la RAE la mentira es la “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”. Desde el punto de vista filosófico existen muchas interpretaciones y puntos de vista sobre el concepto de mentira, pero básicamente se refiere al engaño al darle a los demás pistas erróneas o información sobre nosotros mismos o sobre el resto de personas o cosas.
La mentira no es sólo, como la mayoría de las personas piensan, verbal, la mentira se evidencia también a través de gestos y comportamientos. Si somos capaces de verla de esta forma, nos daremos cuenta de que la mentira se encuentra en toda la naturaleza, en plantas y animales. El motivo para que la encontremos en todos los seres vivos es que ésta nos proporciona ventajas.
Hoy en día es muy común encontrarnos con políticos que mienten, engañan, con el fin de conseguir votos y apoyo del pueblo. La mayoría de las personas cree que definitivamente mentir en política es inmoral y no tiene justificación alguna, mientras otros pocos piensan que la mentira es una herramienta muy útil y totalmente justificada en política.
Un ejemplo de esto último es el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, quien opina que el Estado -y, por consiguiente, el estadista- tiene una moral diferente a la del ciudadano corriente.
También hay quienes  opinan que los políticos no tienen ninguna moral especial y distinta a la del ciudadano, ni siquiera el político que se ocupa de asuntos exteriores, como el ex canciller de Alemania Federal Helmut Schmidt.
El juego sucio y los engaños no salen rentables a largo plazo. ¿Por qué? Porque minan la confianza. Y, sin confianza, la política constructora de futuro es imposible. Por consiguiente, la primera virtud diplomática es el amor a la verdad. Eso significa que algunos estadistas como Thomas Jefferson tenían razón: no existe más que una sola ética sin divisiones. Ni siquiera los políticos y hombres de Estado tienen derecho a una moral especial. Los Estados deben regirse por los mismos criterios éticos que los individuos. Los fines políticos no justifican medios inmorales.
O sea, la veracidad, que está reconocida desde la Ilustración como condición previa fundamental para la sociedad humana, no sólo es un requisito para los ciudadanos individuales sino también para los políticos; especialmente para los políticos.
¿Por qué? Porque los políticos tienen una responsabilidad especial respecto al bien común y además disfrutan de una serie de privilegios considerables. Es comprensible que si mienten en público y faltan a su palabra (sobre todo, después de unas elecciones), luego se les eche en cara y, al menos en las democracias, tengan que pagar el precio, en pérdida de confianza, pérdida de votos en las elecciones e, incluso, pérdida de su cargo.
Aunque también existen situaciones o circunstancias en las que un político debe mentir por más de una razón. Algunas de éstas pueden ser para mantener el orden y la estabilidad de la nación. Por ejemplo: se avecina una catástrofe, controlan la información pocas personas, pero ésta logra filtrarse; con el objetivo de mantener la calma, la estabilidad y evitar el pánico, los políticos mienten al negar la magnitud del problema o el hecho en sí aprovechando éste tiempo para organizar un plan de respuesta que minimice los efectos de dicha catástrofe o, incluso, contrarrestarla del todo.
Esta situación se evidencia cuando la administración del ex presidente J.F Kennedy mintió a  los periodistas que preguntaban en la Casa Blanca si se estaba haciendo alguna maniobra militar para intervenir en Cuba o relacionada con Cuba, lo cual negaban rotundamente, cuando era cierto.
Otra circunstancia en la que se justifica la mentira es para salvar vidas humanas inocentes. Esto se evidenció en la crisis de los rehenes norteamericanos en Irán, cuando un grupo de funcionarios de la embajada norteamericana tuvieron que refugiarse en la casa del cónsul de Canadá en Irán y para ser liberados del país mintieron a las autoridades iraníes con documentación falsa. Es decir, que el gobierno canadiense mintió al dar documentaciones falsas para salvar vidas humanas; también mintió el gobierno estadounidense al decir al mundo que los funcionarios en peligro eran actores y que rodarían una película en Irán.
Después de analizar todo lo anteriormente dicho, creo rotundamente que mentir en política no es ético y sólo es justificable en situaciones muy puntuales y necesarias, por el bien común, como puede ser para salvar vidas humanas.
Laura Lage Segura (1 BAC CTB)

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